Ten plena seguridad que Dios no te dejará, pues no hay clamor que no oiga

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viernes 08 de febrero de 2013 – 12:20 p.m. 3967

Cuando regresaron donde estaban los demás discípulos, vieron que los rodeaba una gran multitud y que algunos maestros de la ley religiosa discutían con ellos. Cuando la multitud vio a Jesús, todos se llenaron de asombro y corrieron a saludarlo.

¿Sobre qué discuten? preguntó Jesús.

Un hombre de la multitud tomó la palabra y dijo:

Maestro, traje a mi hijo para que lo sanaras. Está poseído por un espíritu maligno que no le permite hablar. Y siempre que éste espíritu se apodera de él, lo tira violentamente al suelo y él echa espuma por la boca, rechina los dientes y se pone rígido. Así que les pedí a tus discípulos que echaran fuera al espíritu maligno, pero no pudieron hacerlo.

Jesús les dijo: «¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganme al muchacho». Así que se lo llevaron. Cuando el espíritu maligno vio a Jesús, le dio una violenta convulsión al muchacho, quién cayó al piso retorciéndose y echando espuma por la boca.

¿Hace cuánto tiempo que le pasa esto? preguntó Jesús al padre.

Desde que era muy pequeño -contestó él. A menudo el espíritu lo arroja al fuego o al agua para matarlo. Ten misericordia de nosotros y ayúdanos si puedes.

Jesús le dijo:

Todo es posible si uno cree.

Al instante el padre clamó: –¡Sí, creo, pero ayúdame a superar mi incredulidad!

Cuando Jesús vio que aumentaba el número de espectadores, reprendió al espíritu maligno. «Escucha, espíritu que impides que éste muchacho oiga y hable -dijo-. ¡Te ordeno que salgas de este muchacho y nunca más entres en él!». Entonces el espíritu gritó, dio otra convulsión violenta al muchacho y salió de él. El muchacho quedó como muerto. Un murmullo recorrió la multitud: «Está muerto», decía la gente. Pero Jesús lo tomó de la mano, lo levantó, y el muchacho se puso de pie.

Cuántos de nosotros no nos hemos encontrado alguna vez en la misma situación que éste padre, pidiéndole a Dios que haga un milagro en nuestras vidas o en la de algún ser querido y lo único que Él nos pidió fue tener FE. Por experiencia propia puedo decirles que no es algo sencillo, porque como seres humanos nos limitamos a creer lo que vemos en vez de creerle a Dios y confiar en sus promesas. Tratamos de solucionar las cosas a nuestro modo, según nuestra experiencia y sabiduría, cuando lo primero que deberíamos hacer es pedirle que nos ayude con nuestra incredulidad, que aumente nuestra fe ese momento y nos dé las fuerzas necesarias para superar esa prueba.

Si hoy tú te encuentras pasando alguna situación difícil, ten la misma actitud que éste hombre, dile a Jesús que te ayude con tu incredulidad, porque solo Él tiene el poder para cambiar tus circunstancias. Ten plena seguridad que Él no te dejará, pues no hay clamor que no oiga, tristeza que no comprenda, ni dolor que ignore.

«Sin fe es imposible agradar a Dios. Todo el que desee acercarse a Dios debe creer que él existe y que él recompensa a los que lo buscan con sinceridad». Hebreos 11:6.

Su Omnipotencia, Misericordia y Amor están disponibles para ti todos los días de tu vida.

Por: Brisna Bustamante S.

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