¿Por qué yo?
Cuando Dios se le apareció a Moisés en el monte Horeb y le dijo que lo había elegido para liberar a los israelitas de la esclavitud de los egipcios, él no quiso hacerlo porque era tímido y no tenía facilidad para hablar, no quería presentarse ante el faraón, pero aquella ocasión Dios le respondió lo siguiente:
–¿Quién forma la boca de una persona? ¿Quién decide que una persona hable o no hable, que oiga o no oiga, que vea o no vea? ¿Acaso no soy yo, el Señor? ¡Ahora ve! Yo estaré contigo cuando hables y te enseñaré lo que debes decir. Éxodo 4:12
Moisés le suplicó: –¡Te lo ruego, Señor! Envía a cualquier otro.
Entonces el Señor se enojó con Moisés y le dijo: –De acuerdo, ¿qué te parece tu hermano Aarón? Sé que él habla muy bien. Yo estaré con los dos cuando hablen y les enseñaré lo que tienen que hacer.
Este pasaje me recuerda la experiencia que una amiga pasó cuando estuvo internada en el hospital. Ella compartía la misma habitación con dos señoras y una de ellas no las dejaba dormir porque tenía fuertes dolores abdominales y se quejaba mucho. Aunque mi amiga había recibido a Jesús pocos meses antes y no tenía el conocimiento suficiente para ese momento, me dijo que oró por ella, pidiéndole a Dios que quitara ese dolor de su cuerpo y que pasara una buena noche. Después de haber orado juntas, mi amiga pudo contarle todo lo que Dios estaba haciendo en su vida y la manera en la que iba restaurando su salud. La señora quedó muy agradecida con ella, porque dejó de sentir ese insoportable dolor, que hace varias noches le había quitado el sueño.
Cuando mi amiga salió del hospital me contó que el momento en que la señora empezó a quejarse del dolor que sentía, ella pensó en pedirle a nuestro pastor que fuera al día siguiente para orar por ella y las otras pacientes más que estaban en el mismo piso, pero que ella decidió orar esa misma noche por la señora porque no podía ver a una persona sufrir y esperar hasta el día siguiente para hacer algo por ella. Me dijo que no fueron sus palabras, sino las palabras que Dios puso en sus labios, las que dieron alivio y esperanza a ésta vida. Estaba muy contenta porque Dios le había permitido ser un canal de bendición para ésta mujer.
Tú y yo también podemos ser usados por Dios para llevar alegría, esperanza y aliento a quienes lo necesiten, solo necesitamos tener la disposición de ayudarlos y dejar que Dios obre a través de nosotros.
Dios utiliza a las personas que tenga un corazón obediente y confíen en El.
Por: Brisna Bustamante