La Navidad: Fiesta del Espíritu

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Tomado de www.ministros.org


Mis remembranzas apuntan a una noche de Navidad durante la Segunda Guerra Mundial. Una gran batalla se había librado durante el día y se esperaba pronto otra ofensiva. Dos patrullas se  apostaban una cerca de la otra y los rostros del enemigo se palpaban, casi se veían. De pronto una paloma blanca comienza a volar alrededor de todos amigos y enemigos hasta detener su vuelo visible para ambos  lados.

Un soldado con el rifle en mano se percata de tal acontecimiento silencioso y piensa, siente en lo más profundo de su ser: “Hoy es la fiesta del Espíritu, hoy es Navidad. El gran día cuando llega el Príncipe de paz. Y sin pensar nada más aquel soldado comenzó a entonar el Himno: “Noche de paz, noche de amor.” Al momento aquellos soldados amigos y enemigos continuaron entonando con una espontaneidad inusitada, increíble, y milagrosa y  comenzaron a salir de las trincheras para abrazarse unos con otros. En aquel momento se dio La Navidad como fiesta del Espíritu. Fue una nota trascendental en los anales de la historia de aquella guerra.

Los años pasan y entramos al siglo veintiuno (Siglo 21) y La Navidad sigue siendo la fiesta del Espíritu que reconcilia al hombre con Dios. Desde aquel momento de Dios “Kairos,” tiempo de Dios injertado en la historia humana como humano para deslumbrarnos con su gracia y regalarnos su justicia y así crear un nuevo Adán, porque aquel primero se secó, se torció, se malogró perdiendo su razón de ser, Hijo de Dios.

En el simbolismo del Génesis, se hacen presente dos árboles. El árbol de la ciencia del bien y el mal. El otro árbol que aparece es el árbol de la vida. (Génesis 2: 8-9) Adán, en su libre albedrío escogió el árbol de la ciencia del bien y el mal y abandonó el árbol de la vida. Ya sabemos que el conocimiento lo engrandeció y quiso ser Dios y todos conocemos de la humanidad sin Dios. Sabemos también que desde el principio Dios tenía un plan el cual Pablo, el Apóstol nos lo presenta en sus cartas o Epístolas. (Efesios 1:3-4-5).

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él, antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad”.

La Navidad es ese evento, “ecaton,” fiesta del Espíritu donde se manifiesta el poder del amor de Dios, por medio del Cristo de Belén. Esa gran fiesta se genera por el don de la fe de Dios al hombre que se despierta por el evento de la muerte y resurrección del Hijo de Dios, Jesucristo. Es por eso que el Apóstol Pablo en la Epístola a los romanos dice:  “Justificados, pues por la fe, tenemos paz para con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en las esperanza de la gloria de Dios.

Las Navidades, no dejan de ser una tradición de pueblo. Una temporada cuando limpiamos todos los rincones de la casa con esmero. También pintamos, lustramos la casa y no dejamos de poner adornos y bombillas de colores dejando todo resplandeciente. La naturaleza se viste de arbolitos con un pesebre alumbrando al niñito Jesús.

Todas estas cosas externas apuntan al significado interno de la Navidad como fiesta del Espíritu. De la nueva vida, limpia y resplandeciente en el Acontecimiento de Dios, por medio del don de la fe en Jesucristo, quien irrumpe en nuestro ser  injertándose como el Príncipe de Paz, Dios hombre y Trino. La Carta a los Efesios nos dice:

“En el también vosotros, habiendo recibido la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en el, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa. (Efesios 1:13)

El Espíritu de “La Palabra viva” hará una limpieza a nuestra casa espiritual. El Dios vivo, nos justifica por su gracia haciéndose presente en la historia en  Cristo Jesús, quien es nuestra esperanza en gloria.

En La Navidad, fiesta del Espíritu, el llamado es a llenar los espacios vacíos de nuestras vasijas interiores de la fe en el uso del gozo, el Sol de justicia, amor y la Paz. Porque no hay paz sin amor, ni felicidad sin paz. Llegó la Navidad,  ¡vivamos la fiesta del Espíritu! Es hora de cantar: “NOCHE DE PAZ”.

Tomado de www.ministros.org

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