Púlpito Evangélico *Mensaje: Glorificando a Dios*

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GLORIFICANDO A DIOS
Pastor Jorge L. Cintrón

“Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.”

1 Corintios 6:20

El apóstol Pablo le da una orden a los que constituyen la Iglesia de Corito: “glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu”.

El mandato de Pablo a los creyentes de Corinto es que le den gloria a Dios. Definir gloria desde la perspectiva espiritual es un poco difícil. Se podría definir así: Gloria es  la expresión de la excelencia del carácter y la perfección de Dios.

A través de La Biblia se manifiesta la gloria de Dios.

El salmista cantó: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos.” (Salmos 19:1)

Moisés después de hablar con Dios y descender del Monte Sinaí tenía que cubrir su rostro con un velo porque la piel de su rostro resplandecía. (Éxodo 34:29–30, 35) Él había estado en contacto con la gloria de Dios.

Después de la dedicación del Templo de Salomón ocurrió algo extraordinario: “Y cuando los sacerdotes salieron del santuario, la nube llenó la casa de Jehová los sacerdotes no pudieron permanecer para ministrar por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová.” (1 Reyes 8:10,11)

Habacuc también cantó: “Su gloria cubrió los cielos, y la tierra se llenó de su alabanza. Y el resplandor fue como la luz; rayos brillantes salían de su mano, y allí estaba escondido su poder.” (Habacuc 3:3,4)

El escritor del libro de Hebreos refiriéndose a Jesús señala: “el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1:3)

Juan había expresado en el prólogo de su libro sobre Jesús: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (Juan 1:14)

Los discípulos vieron manifestada la gloria de Dios en diversas ocasiones. Lucas refiriéndose a esa manifestación de la gloria de Jesús en el Monte de La Transfiguración expresa: “Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él.” (Lucas 9:32)

La orden de Pablo a los creyentes de corintos es que expresen la excelencia del carácter y la perfección de Dios a través de sus cuerpos y sus espíritus. Es una orden a que encarnen a Dios entre los hombres.

El creyente tiene la honrosa y digna tarea de encarnar la gloria de Dios entre los hombres. Esa responsabilidad recae sobre el creyente porque aquel que es salvo ha sido comprado  por precio. Ese precio es el cuerpo y la sangre de Jesús molido y derramado en la Cruz del Calvario.

Es algo incomprensible para el pensamiento humano. El hombre afrenta a Dios y ese mismo Dios se hace hombre para llevar sobre si el castigo que esa afrenta merece y así librar a ese hombre del castigo que su afrenta merece. Solo la naturaleza amorosa de Dios puede hacer y entender esto. Lo único que el hombre puede hacer ante ese actuar de Dios es decirle: gracias Dios, tu amor me impulsa a amarte y a recibirte como Salvador personal.

¡Qué gran maravilla! Dios crea a cada hombre y mujer en el vientre de una mujer que se convierte en madre. Nace una criatura de Dios. Y en el Calvario lo transforma a precio de sangre en un hijo de Dios. Lo restablece como propiedad de Él.

Al creyente le es posible encarnar la gloria de Dios porque ese Dios amoroso le ha dado de su presencia a través del Espíritu Santo. El Espíritu Santo toma a ese nuevo hijo de Dios y lo va a ir transformado haciendo que el fruto de Él surja en esa persona. El Espíritu Santo va a hacer que el carácter de Dios comience a surgir en el creyente. El Espíritu Santo va a poner en ese nuevo hijo de Dios las capacidades espirituales que necesita para poder encarnar la gloria de Dios entre los hombres. El creyente en Cristo no va a depender de habilidades humanas para encarnar la gloria de Dios. Lo va hacer con los dones que el Espíritu implante en él.

Pablo le da esa orden a los corintios “glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu”, porque está cociente por experiencia propia que aunque el creyente es propiedad de Cristo y que ha recibido el Espíritu Santo hay una lucha en la vida de cada creyente. Pablo lo expresa así a la iglesia en Roma. “Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?  (Romanos 7:18–24)

Antes de darle esa orden a los corintios: “glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu”, Pablo le va a hacer una seria advertencia. (1 Corintios 6:9–11)

Algunos de ustedes antes de haber sido comprados por precio y tener el Espíritu Santo  eran: 1) fornicarios, 2) idólatras, 3)adúlteros, 3) afeminados, 4) se echan con varones, 5) ladrones, 6) avaros, 7) borrachos, 8) maldicientes, 9) estafadores.

Señalo como paréntesis que busqué este pasaje en varias versiones en español y encontré que aunque en la versión Reina–Valera 1960 utiliza en esta lista  la expresión “se echan con varones” en diez (10) versiones diferentes en vez de utilizar esa traducción utilizan la traducción “homosexuales”

Pablo señala: los que tienen esas conductas no heredarán el reino de los cielos. Pero ustedes han sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios

Pablo lo que le está señalando a los corintios es: no permitan que los apetitos de carne los esclavicen nuevamente. Son libres del pecado para que glorifiquen a Dios en vuestros cuerpos y en vuestros espíritus.

La gloria de Dios es  la expresión de la excelencia de su carácter y de su perfección de Dios. Los creyentes están llamados a encarnar ante el mundo la gloria de Dios. Así se glorifica a Dios en cuerpo y en  espíritu, los cuales son de Él.

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