Volver a creer

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mujer triste pixabay 640x360Ayer dialogaba con una persona anciana sobre los problemas actuales de nuestro mundo. Luego de algunos minutos me dijo: “lo que ocurre es que yo antes creía, tenía esperanza… pero ahora no creo en nada ni en nadie”. Unas horas después conversaba sobre el mismo asunto con un vecino de mi casa, quien suspiró con tristeza: “¡Hace años que dejé de creer!” Luego encendí el televisor para ver los noticieros de la noche y también me encontré con lo mismo: diversas personas encuestadas sobre su impresión acerca del futuro de mi país decían a viva voz: “¡Es difícil volver a creer!”

Y vaya que es difícil volver a creer cuando nuestro mundo es un escenario constante de injusticia, corrupción, dolor, traición, opresión, egoísmo, promesas rotas, mentira, desconfianza y muerte.

Hace un tiempo me asombró encontrar esta descripción en la Biblia, correspondiente a cierta nación en el año 700 a.C: “La gente piadosa ha sido eliminada del país, ¡ya no hay gente honrada en este mundo! Todos tratan de matar a alguien, y unos a otros se tienden redes. Nadie les gana en cuanto a hacer lo malo; funcionarios y jueces exigen soborno. Los magnates no hacen más que pedir, y todos complacen su codicia […] El hijo ultraja al padre, la hija se rebela contra la madre, la nuera contra la suegra, y los enemigos de cada cual están en su propia casa” (Miqueas 7.2-6). ¡Qué semejanza con nuestra actualidad!

Sin embargo, el escritor concluyó su crónica de manera totalmente optimista: “Pero yo he puesto mi esperanza en el Señor; yo espero en el Dios de mi salvación. ¡Mi Dios me escuchará!” (Miq. 7.7).

¡Vaya que es posible volver a creer! Porque a pesar de nuestras miserias todos los seres humanos contamos con la incomparable capacidad de tener fe. Tener fe es creer. Creer implica confianza. Confiar significa estar seguro y animado en la esperanza que me brinda el objeto de mi fe. No se trata solamente de tener fe, sino de asegurarnos que colocamos nuestra fe en alguien digno de confiar.

Jesucristo enfatizó: “Ríos de agua viva brotarán del corazón de los que creen en mí. Así lo dice la Biblia” (Juan 7.38). Necesitamos imperiosamente experimentar la vida abundante que proviene de creer fervientemente en Dios a través de Su Hijo Jesús. Entonces podremos ver cambios en nuestro mundo. De esta manera cada uno de nosotros será una influencia positiva y de transformación en su propio entorno. ¡Volvamos a creer!

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