REFLEXIÓN: La Roca

Dios mi roca
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REFLEXIÓN: La Roca

Cuenta una historia que después de un naufragio en una terrible tempestad, un marinero pudo llegar a una pequeña roca y escalarla, permaneciendo en ella durante muchas horas.

Cuando  finalmente pudo ser rescatado, un amigo suyo le preguntó:

–  ¿No temblabas de espanto por estar tantas horas en tan precaria situación, amigo mío?

–  Sí, – contestó el náufrago- la verdad es que temblaba mucho; pero… ¡la roca no! Y esto fue lo que me salvó.

No importa lo fuerte que sea la tempestad, si nuestro barco se hundió o si llevamos días esperando un rescate, lo cierto es que mientras permanezcamos en la Roca, nada podrá dañarnos.

Tu tempestad puede llamarse problemas financieros, familiares, de salud, sentimentales, crisis política y social en tu país, desastres naturales, etc.; sin importar de qué se trate,  puedes estar seguro que ninguno de ellos te hundirá, no perecerás por muy fuertes que sean.

Aférrate a Dios, pon en Él tu confianza, porque es el único Refugio seguro que tendrás, es la Roca que no se mueve y te ayuda a mantenerte a salvo en  medio de la tormenta.

“El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite!”  Salmos 18:2 (NTV)

Al igual que el náufrago, puede ser que estés temblando de miedo pero no temas,  si te refugias y permaneces en Dios, no habrán olas, ni viento ni ningún tipo de tempestad que te venza.

Deja de luchar con tus fuerzas, sostente de la Roca y refúgiate en Dios, permite que Él detenga el viento y calme las aguas, entrégale esa tormenta que te atemoriza; verás que Dios nunca falla.

REFLEXIÓN 2: La Roca

Cuentan que un muy buen hombre vivía en el campo pero tenía problemas físicos, cuando un día se le apareció Jesús y le dijo: “Necesito que vayas hacia aquella gran roca de la montaña, y te pido que la empujes día y noche durante 1 año”.

El hombre quedó perplejo cuando escuchó esas palabras, pero obedeció y se dirigió hacia la enorme roca de varias toneladas que Jesús le mostró. Empezó a empujarla con todas sus fuerzas, día tras día, pero no conseguía moverla ni un milímetro.

A las pocas semanas llegó el diablo y le puso pensamientos en su mente: “¿Por qué sigues obedeciendo a Jesús? Yo no seguiría a alguien que me haga trabajar tanto y sin sentido. Debes alejarte, ya que es inútil que sigas empujando esa roca, nunca la vas a mover”.

El hombre trataba de pedirle a Jesús que le ayudara para no dudar de su voluntad, y aunque no entendía se mantuvo en pié con su decisión de empujar.

Con los meses, desde que se ponía el sol hasta que se ocultaba aquel hombre empujaba la enorme roca sin poder moverla, mientras tanto su cuerpo se fortalecía, sus brazos y piernas se hicieron fuertes por el esfuerzo de todos los días.

Cuando se cumplió el tiempo el hombre elevó una oración a Jesús y le dijo: “Ya he hecho lo que me pediste, pero he fracasado, no pude mover la piedra ni un centímetro”. Y se sentó a llorar amargamente pensando en su muy evidente fracaso. Jesús apareció en ese momento y le dijo: “¿Por qué lloras? ¿Acaso no te pedí que empujaras la roca? Yo nunca te pedí que la movieras, en cambio mírate, tu problema físico ha desaparecido. NO has fracasado, yo he conseguido mi meta, y tú fuiste parte de mi plan”.

Muchas veces al igual que este hombre, vemos como ilógicas las situaciones, problemas y adversidades de la vida, y empezamos a buscarle lógica, nuestra lógica, a la voluntad de Dios y viene el enemigo y nos dice que no servimos, que somos inútiles o que no podemos seguir.

El día de hoy es un llamado a “empujar” sin importar qué tantos pensamientos de duda ponga el enemigo en nuestras mentes, pongamos todo en las manos de Jesús, y Él por medio de su voluntad nunca nos hará perder el tiempo, mas bien, nos hará ser más fuertes!

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